Colecciones de Malmö: I


I
Cómo si de cualquier cosa se tratase, acabamos de terminar de tocar la primera sinfonía de Mahler en el auditorio Malmö Live con la orquesta del conservatorio.
Ahora estoy volviendo sola (cómo si llevar un bulto de mi tamaño colgado de mi espalda fuera ir sola) en autobús a mí casa y ha empezado a nevar. Los copos son suficientemente pequeños como para que se distinga la forma perfectamente. Se posan en mi abrigo como si sucediera a conciencia, y ahora en el cristal de la ventana, cómo si quisieran llamar mi atención para que los apreciará más. Aunque ya está anocheciendo, la nieve hace que el día se aclare y el parque de siempre ya no es el mismo. El viento se ha detenido y los árboles están en la tierra y en el agua. El césped comienza a emblanquecerse e ilumina mi camino a casa.
¿Es esto ser feliz?

II

De camino a Lund para tocar el concierto de música de cámara barroca con Cecilia, me pregunto cómo pueden aguantar tantos meses de gris. 
He tenido una pésima clase de cello con Samuli por culpa de Francoeur y de Popper y no puedo evitar ver la misma tonalidad por la ventana y las mismas ramas de los árboles sin florecer. Por no haber no hay ni nieve que haga resplandecer mínimamente este paisaje.

PD: despues de haber terminado el concierto sólo puedo decir que voy a dejar la música, iré a Sevilla a terminar Psicología y volveré aquí para tratar a los Suecos. Es que hasta lo haría gratis con tal de dejar de aguantar a gente así.

III
Presentación y despedida de una carretera desconocida:

El verde se oscurece hasta la raíz y se funde en el comienzo de la nieve. El sol extiende nuevos colores y las letras desconocidas marcan el camino a Helsinki. 

IV
Resucitar.
Aunque hoy el sol jugaba a esconderse, su parpadeante presencia se ha hecho notar más que nunca. Una capa menos, un par de guantes guardados y las gafas de sol a mano. Cómo si de un secreto a voces se tratara, el optimismo se contagia y a veces parece que revivamos.

V
Lo que hasta ahora había conocido como invierno, viene disfrazado de lo que aquí llaman primavera. 
Las alas lo revolotean todo y se mezclan los nuevos olores con el aroma de las primeras flores. Es suficiente la lluvia de unas horas para que el verde tome raíces y se extienda allá por donde alcance. 
Brota vida por cualquier rincón, también por el cielo. Todo se ilumina y la oscuridad se convierte en un vago recuerdo de algo que fue. Cada día unos minutos más, (o unos menos). La piel, como el sol con su hasta luego, se sonroja y se funde en la manía de esta nueva etapa de alargar lo que es y de retrasar lo que inevitablemente será: una despedida.

VI
Es curioso cómo la pronunciación de cada nombre cambia en la boca de quien se pronuncie. Las vocales pesan, y, redondas, rebotan contra las consonantes. No hay asperezas, las texturas se difuminan y el nombre, cadencioso, trepa para poder ser escuchado: Laura. 

Lo repito. Laura. A mí no me suena igual. Laura. Tú lo has decorado con terciopelo. Laura. Es deslizar el pulgar perpendicular a la mejilla. Laura.

VII
Un "Welcome home" pronunciado por un extraño me da la bienvenida a través de una ventanilla de avión tapada parcialmente por el cello. Los marrones anaranjados y ocres se encargan de pigmentar un paisaje plano que me resulta familiar. El verde se encuentra en alguna pincelada pero ha dejado de ser el marco que lo envuelve todo.
"Bienvenida a casa" pero el hogar ha cambiado. Ya no es donde has estado siempre, sino dónde quieres estar y cómo. 


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